Hace más de quince mil años atrás, en un planeta alejado llamado Argus, una raza bípeda humanoide consolidaba una gran sociedad, cuyos avances tecnológicos hacían palidecer a los logros tecnológicos que se desarrollaban en Azeroth. Esta sociedad y los etéreos empleaban la tecnomancia, que es la acción de combinar la magia o algún poder cosmológico con tecnología. Sumado a ello, sus costumbres y cultura eran muy arraigadas a lo espiritual, teniendo mucho respeto por las almas de sus caídos, además de llevar a cabo celebraciones que están basadas en la introspección de cada eredar (como lo es, por ejemplo, el Tishamaat).

Tras la traición de Archimonde y Kil’jaeden, orquestada por Sargeras, la sociedad draenei se resquebrajó y la armonía que alguna vez hubo se vio incinerada por las llamas del conflicto. Es en este punto donde nos encontramos con tres grupos que, dadas la circunstancias, tomaron costumbres diferentes:

Los man’ari

Aquellos que juraron lealtad a la Legión Ardiente (por las buenas o por las malas) vieron sus cuerpos y almas corrompidas por la malicia del Vil. La principal distinción de estos “eredar” son cambios físicos, empezando por el color de su piel, la cual es rojiza debido al consumo o la exposición constante a estas energías viles, las cuales también pueden llegar a generar mutaciones en sus cuerpos, logrando brotar cuernos, púas, venas resaltantes, entre otras extremidades o “decoraciones”. Si bien los man’ari fueron leales a la Legión Ardiente, tras la caída de esta algunos han perdido el rumbo y, sin un señor que los gobierne, gozan de libertad para poder pensar como deseen, incluso deseando volver a tener contacto con sus hermanos draenei.

Los draenei templeluz

El transporte que abordaron los eredar era el Genedar, una enorme nave espacial que tranquilamente podía ser una ciudad flotante. Xe’ra llamó a todos los eredar que pertenecían a la elite para comenzar una cruzada en contra de la Legión Ardiente, del cuerpo principal, se desprendió una segunda nave que sería conocida como Xenedar. Por más de diez mil años, estos draenei han luchado sin parar contra los demonios (y quizá otros enemigos), sus costumbres son intrínsecamente militares, al igual que su filosofía combativa y aguerrida. En esta sociedad, todos cumplen un papel, incluso los artificieros o sacerdotes deben luchar en el campo de batalla. Bendecidos por Xe’ra, estos draenei eran virtualmente inmortales, el paso de los años no se marcaría en su piel, eran los guerreros imperecederos perfectos para usar como arma en una lucha que llevaría siglos y la cual, finalmente, llegó a su fin gracias a la intervención de los aventureros y héroes de Azeroth.

Los krokul de Argus

También se les llama “tábidos”, es pertinente separar de aquellos que habitan en Azeroth, pues su trasfondo es distinto. No toda la población eredar logró huir a bordo del Genedar, hubo muchos que se quedaron atrás (como Hatuun) para cubrir la huida de su pueblo o que se escabulleron para huir del azote de los traidores y de Sargeras. La primera gran diferencia que podemos observar de los tábidos de Argus y aquellos que vemos en Azeroth es la composición física. Los que yacen en Argus son más fornidos (aunque lucen igual de demacrados), si bien se vieron afectados por la contaminación de la magia Vil, esta sociedad se forjó en base a la supervivencia, de vivir constantemente en pelea contra los man’ari y los propios demonios de la Legión, sumado a tener que vivir escondiéndose y creando sus bases en lugares donde no puedan ser detectados. Se desarrollaron en un ambiente hostil, donde la vida hacía mucho tiempo ya no se hacía presente, debían vivir de todo aquello que podían cazar, a pesar de ello, la crianza de talbuks se volvió importante, pues estas bestias de su planeta natal eran la principal manera de transportarse a velocidad.

Tras su exilio de su planeta, los eredar pasaron a llamarse draenei, “los exiliados” en su idioma. Por años surcaron la Gran Oscuridad del Más Allá hasta que lograron aterrizar (o chocar) contra un mundo llamado Draenor. Por años, los draenei vivieron en aquel planeta, logrando levantar ciudades que trataban de replicar la majestuosidad y belleza de la civilización eredar. La paz y prosperidad (e incluso las buenas relaciones con los orcos) terminó, la Horda se formó y en base a una mentira orquestada por Kil’jaeden (quien había jurado una cruzada eterna en contra de Velen y los suyos) comenzó el período más sangriento (igual o peor que lo sucedido en Argus): el genocidio a gran escala que llevaron a cabo los orcos. Los brujos orcos (“recientes adquisiciones”) emplearon la magia vil que se les enseñó en contra de sus víctimas. A estos draenei que se vieron afectados por estas artes oscuras se les llamó…

Los tábidos de Draenor/Terrallende

El relato más explícito (y doloroso) que tenemos documentado sobre la transición de draenei a tábido, es el martirio que vivió en carne propia Nobundo, quien fue un vindicador respetado y amado por su pueblo, luchó en la batalla de Shattrath, donde fue afectado por la magia vil de los brujos. Logró escapar junto a otros guerreros, quienes lucharon para comprar tiempo para que los civiles escaparan hacia la Marisma de Zangar. Todos aquellos que se vieron afectados por esta corrupción sufrieron cambios en su cuerpo (inicialmente), se encorvaban, la tonalidad de su piel se decoloraba, perdían cabello y vellos, hasta terminar como los tábidos que ya conocemos. La peor condición a la que podían descender estos tábidos era a perder la razón, volviéndose bestias carentes de raciocinio y guiándose por sus instintos básicos, o simplemente ser cascarones sin voluntad. Los draenei los exiliaron de la seguridad de sus asentamientos ocultos porque consideraban que aquel mal que los aquejaba podía ser contagioso, fueron marginados dentro de su propia especie, llevándolos a asentarse en zonas donde no se fueran a topar con orcos o siquiera con los suyos. Tras varios años, fueron admitidos nuevamente a su sociedad a la cual vuelven a formar parte.

Los perdidos

Si el pináculo de la “evolución” de los eredar que consumieron o se vieron afectados por la magia vil son los man’ari, el pozo más profundo al cual se puede “involucionar” son los perdidos. La gran característica de estos seres es que han perdido totalmente la identidad de un eredar, lucen físicamente como una raza diferente, son más bajos y de aspecto desagradable, aunque no por ello son necesariamente bestias que obedecen a sus instintos. Los perdidos, al igual que los tábidos, pueden ser susceptibles de perder la cordura y volverse bestias.

Esta publicación fue inspirada gracias al último gran evento que vivimos en Azeroth, la cual está relacionado a la cadena de misiones para obtener la armadura de legado, donde somos partícipes del Tishamaat, el gran evento que reunión a todo el pueblo draenei, sin distinguir su condición, cultura o pensamientos. Por primera vez, desde la traición de Archimonde y Kil’jaeden, el pueblo se ha vuelto a reunir.

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